Tocan a la puerta.

— Entre

Respondo a la petición tamborileada sobre la madera. Pero en vez de un alumno entra una pequeña criatura, más parecida a una nutria, una marmota, o uno de esos roedores no repugnantes sino cubiertos de pelo sedoso de tanto retozar por los ríos.

La nariz afilada forma un pequeño triángulo en el que al final se le junta la boca pequeña. Toma asiento en una de las sillas frente a mi escritorio, con las manitas apenas colgándoles sobre el regazo, en perfecta simetría con sus orejas, puntiagudas como su nariz.

Nos miramos un buen rato, en silencio, tratando de averiguar cómo hemos llegado aquí y quién de los dos es, verdaderamente, el que está fuera de lugar.