A petición de Celeste va este texto de nuevo, publicado originalmente en el número 6 de la revista Replicante.

OJO.-
Aunque lo único que hago es citar y traducir a James Joyce, el lenguaje se pone bastante lírico. Sólo para niños y niñas de amplio criterio.

Querida Nora:

Tal vez te sorprenda que te escriba de esta manera. ¿Cómo hablarte de usted? Sería demasiado hipócrita comenzar la carta con un “Estimada Nora” después de conocer detalles tan íntimos; después de haber leído la correspondencia que tu marido te escribía. Sí, especialmente esas cartas.

Tenías el culo lleno de pedos esa noche, querida, y yo me los cogí para que salieran, unos grandes y gordos, otros largos y ventosos, tronidos alegres, pequeños y rápidos y muchos peditos pequeños y maldosos que al final salían con un largo silbido de tu hoyo. Es maravilloso cogerse a una mujer pedorra, cuando cada bombeo le saca un pedo. (8 de diciembre de 1909)

La correspondencia entre ustedes apareció primero incompleta. Luego las cartas surgieron con pasajes omitidos; alguna incluso fue quemada por la Sra. Weaver, editora y archivista de tu esposo. ¿Tenía derecho a privarnos de todas esas escenas de fetichismo, analidad, coprofilia, paranoia y masoquismo? Se puede despreciar la censura de la Sra. Weaver y a ella misma, pero por el contenido de algunos fragmentos y la época, es natural que nos haya considerado sin derecho a presenciar los detalles de ciertos intercambios entre ustedes dos.
Las cartas entre James y tú principian con su relación; de hecho contribuyeron a su comienzo. Mientras que el teléfono todavía no entraba en uso, en Dublín el servicio postal entregaba el mismo día la cartas. Algo muy expedito, como el sexo entre ustedes, Nora. Porque también lo sabemos:

A Nora
Dublín, 3 de diciembre de 1909
…tú me transformas en una bestia. Fuiste tu misma, tú, niña traviesa y desvergonzada quien dio el primer paso. No fui yo el primero en tocarte hace ya mucho tiempo en Ringsend. Fuiste tú quien deslizó su mano abajo abajo dentro de mis pantalones e hizo mi camisa suavemente a un lado y me cosquilleó la verga con tus dedos largos y gradualmente la tomaste toda, gorda y dura como estaba en tu mano y me la jalaste despacio hasta que me vine entre tus dedos, todo el tiempo inclinada sobre mí, mirándome con tus ojos callados como de santa.

Apenas se conocían, pero eso no importó para que ese 16 de junio de 1904, al final de la primera caminata que hicieron juntos, despidieras al muchacho que apenas conocías masturbándolo. Una iniciativa notable, porque ese día quedó marcado en él tan profundamente no sólo como para recordarlo con tal precisión cinco años después, sino también para volverse una de las fechas más conocidas de la literatura. La acción de su Ulises transcurre precisamente en ese día y ahora cada año se celebra mundialmente Bloomsday en su (tu) honor.

A Nora
Dublín, 8 de diciembre de 1909
Me agrada comprobar que te gusta que te den por el culo. Sí, ahora recuerdo la noche cuando te cogí por atrás durante tanto tiempo. Fue la cogida más sucia que nunca te puse, querida. Mi verga estuvo metida dentro de ti durante horas, cogiéndote adentro y afuera entre las nalgas. Sentía tus nalgas sudorosas y gordas bajo mi barriga y miraba tu cara sonrojada y ojos enloquecidos.

¿Te sonrojas ahora de nuevo, Nora, al saber que sabemos? ¿Que lo hemos leído? No conocemos tu versión, tus respuestas; sólo tu papel a través del papel. Esta vez, el camino que recorrieron ustedes fue más paulatino. No tanto para llevarlo a cabo, sino para recrearlo de manera postal. A diferencia de tu primer contacto con él, llegar a este punto por correspondencia no fue tan súbito; fue necesario un cortejo lento, de avances graduales, hasta que impulsados por la distancia y varias cartas de escarceo se entregaron a las secreciones de la tinta con cada vez menos pudor.
Después de vivir cinco años fuera de Irlanda, Joyce (resulta extraño llamarlo Jim, como él te firmaba las cartas y como tú comenzaste a llamarlo en ese periodo) regresa a Dublín para presentar a su hijo con los abuelos. 1909. De esa separación surgirán sus cartas más sicalípticamente célebres.
El 22 de agosto de 1909, James se te lanza sutilmente al abordaje: “Hay una carta que no me atrevo a ser el primero en escribir, y sin embargo espero cada día que tú me la escribas”. Una semana más tarde, el 31 de agosto, aumenta el calor: “¡Cómo me gustaría sorprenderte dormida ahora! Hay un lugar que quisiera besarte en este momento, un lugar extraño, Nora. No en los labios, Nora. ¿Sabes dónde?” Unos meses después la correspondencia incendiaba las rutas postales entre Trieste y Dublín:

A NORA
Dublín, 2 de diciembre de 1909
[…] o de yacer cara y cruz contigo sintiendo tus dedos acariciar y cosquillearme las pelotas o adentro de mí por detrás y tus labios ardientes chupándome el pito mientras mi cabeza se encaja como una cuña entre tus muslos gordos, mis manos aferradas a los almohadones redondeados de tus nalgas y mi lengua lame hambrienta tu panocha roja y apestosa. Te he enseñado a casi desmayarte al tan sólo escuchar mi voz cantar o murmurarle a tu alma la pasión y la pena y el misterio de la vida y al mismo tiempo te he enseñado a hacerme señas sucias con tus labios y lengua, a provocarme con caricias y ruidos obscenos, e incluso a realizar en mi presencia el acto más vergonzoso y sucio del cuerpo. ¿Recuerdas el día que te levantaste la ropa y me dejaste yacer debajo de ti mirándote mientras lo hacías? Luego te avergonzaba mirarme a los ojos.
JIM

Y esta es apenas la primera carta donde Joyce menciona directamente el tema. Cuatro días después tu pen pal prescindía ya del lirismo presente en la carta anterior — similar a varios pasajes de su obra; la cadencia y forma de este pasaje remiten incluso al monólogo de Molly Bloom que cierra el Ulises—. A partir de ahora dejará que recuerdos y fantasías se revuelquen desbocados en cada carta.

A NORA
Dublín, 6 de diciembre de 1909
En esos momentos me siento como loco por hacerlo de alguna manera sucia, de sentir tus lujuriosos labios calientes mamándomela, cogerte en medio de tus dos tetitas de punta rosada, de venirme en tu cara y chorrear sobre tus ojos y mejillas calientes, metértela entre las nalgas y fornicarte por el culo.
Adiós, querida mía, a quien trato de degradar y depravar. ¿Cómo es posible que ames a una cosa algo como yo?
JIM

¿Fue fácil responder Nora? ¿O como temió tu marido (aunque no se casara contigo hasta mucho tiempo después, en 1931, décadas después de vivir juntos) dudaste de tu amor por él? Parece que no, pues tres días después, y no obstante los cientos de kilómetros de distancia, Joyce te enviaba ya esta respuesta.

A NORA
Dublín, 9 de diciembre de 1909
Estoy contento ahora, porque mi putita me dice que quiere que me la coja por el culo y quiere que me coja su boca y quiere desabrocharme y sacarme el pito y chupármelo como un biberón. Cosas más y más sucias que éstas quiere hacer, mi pequeña cogelona desnuda, mi putita traviesa y meneadora, mi dulce pedorrita.
Buenas noches, panochita mía me voy a acostar y a jalármela hasta que me venga. Escribe más y más sucio, querida. Tócate tu pequeña raja mientras escribes para que salga peor y peor. Escribe las palabras sucias grandes y subráyalas y bésalas y ponlas un momento contra tu panocha caliente y dulce, querida, y también levanta tu vestido un momento y ponlas bajo tu adorado culo pedorro. Haz más si quieres y entonces envíame la carta, mi querida pajarita cogelona de culito sucio.
JIM

El catálogo continúa y además del deseo permite ver de frente algunos de los fantasmas más espectrales de Joyce, como su paranoia y sus celos, que comparte con algunos de sus personajes como Gabriel Conroy de “Los muertos”.

A Nora
Dublín, 3 de diciembre de 1909
Nora querida, me muero por preguntarte una o dos cosas. Déjame saber, querida, porque yo te he dicho todo lo que hice y por eso te pregunto ahora. ¿Cuando esa persona cuyo corazón anhelo detener con el chasquido de un revólver puso su mano o sus manos bajo tu falda sólo te toco por fuera o te metió el dedo o dedos? Si lo hizo, ¿entró lo suficiente para tocar esa pequeña saliente al final de tu panocha? ¿Te tocó por detrás? ¿Te acarició durante largo rato y te viniste? Si no lo tocaste, ¿se vino él arrimado a ti y lo sentiste?

No falta una clara muestra de masoquismo:

A NORA
Dublín (?) 13 de diciembre de 1909
Me encantaría sentir mi piel estremecerse bajo tu mano. ¿Sabes a lo que me refiero, querida Nora? Desearía que me abofetearas o que me azotaras incluso. No de juego, querida, en serio y sobre mi carne desnuda. Desearía que fueras fuerte, fuerte, querida, y que tuvieras los pechos llenos, grandes y orgullos y muslos grandes y gordos. ¡Me encantaría que me azotaras, Nora mi amor! Me encantaría haber hecho algo que te molestara, algo incluso trivial, tal vez uno de mis hábitos más bien sucios que te hacen reír: y entonces escucharte llamarme a tu cuarto y encontrarte sentada en un sillón con tus muslos gordos muy separados y tu cara roja de ira y un bastón en la mano. Que me señalaras lo que había hecho y entonces con un movimiento furioso me jalaras hacia ti y me arrojaras boca abajo sobre tus piernas. ¡¡Entonces sentir tus manos rasgarme los pantalones y la ropa interior y sacarme la camisa , tratar de resistirme en tus brazos fuertes y sobre tus piernas, sentirte doblar sobre mí (como una enfermera enfurecida azotando el trasero de un niño) hasta que tus tetas grandes y llenas casi me tocaran y sentirte azotar, azotar, azotar cruelmente mi carne desnuda y temblorosa!!

No carece de cierta dulzura que estas prácticas postales tenían como fin mantenerse fieles. Tú y James leían con una sola mano las cartas que se enviaban —la otra ocupada más abajo—:

Dublín 20 de diciembre de 1909
Mi niña pequeña y malportada recibí tu carta ardiente esta noche y he intentado imaginarte sobándote la panocha en el baño. ¿Cómo lo haces? ¿Te paras contra la pared tocándote bajo la ropa o te pones en cuclillas sobre el agujero con la falda levantada y tu mano trabajando duro a través de la abertura de tus calzones? ¿Se te antoja en ese momento cagar? Me pregunto cómo lo logras. ¿Te vienes al momento de cagar o primero te masturbas y luego cagas? Debe ser algo obsceno en grado atemorizante ver a una niña con la ropa levantada masturbándose furiosamente ahí abajo, ver sus bonitos calzones abiertos y el culo de fuera y una cosa café y gorda a medio salir de su agujero. Me dices que te cagarás en los calzones, cariño, y entonces me dejáras cogerte. Me gustaría primero escuchar cuando cagas, querida, y que luego me dejes cogerte. Alguna noche cuando estemos en algún lado oscuro y hablando sucio y sientas que tu mierda está lista para salir, pon tus brazos alrededor de mi cuello con vergüenza y cágala lentamente. El sonido me volverá loco y cuando levante tu vestido
¡No tiene caso continuar! ¡Puedes imaginar por qué!

Nora, tú mejor que nadie sabes que Joyce no podía decir una mala palabra en público, contraste con estas descripciones que chorrearon de la pluma de tu marido. Cuando trata de manera detallada su vida sexual contigo la prosa de su correspondencia asemeja la sensualidad violenta de los encuentros conyugales que sostenían.
En la carta del 22 de agosto de ese año te comenta: “Recuerdas los tres adjetivos que utilizo en ‘Los muertos‘ para hablar de tu cuerpo. Son éstos: ‘musical y extraño y perfumado’ ”. La semejanza de algunos pasajes de su obra con su correspondencia hace pensar que Joyce guardaba una copia de las cartas que enviaba y después aprovechaba el material para sus textos.
En general, Nora, más allá del evidente voyeurismo, las cartas que te envió son la ventana más directa que sus lectores tenemos hacia su mente y personalidad; una oportunidad única que permite mezclar hard core de primer nivel con una ruta para comprender mejor su obra y sus orígenes. El personaje de Molly Bloom, la esposa sin tapujos sexuales de Leopold en Ulises, se inspiró en gran parte en ti. En Stephen Dedalus, protagonista de Retrato del artista adolescente y personaje del mismo Ulises, es reconocible un evidente alter ego de tu Joyce, lo mismo que en Leopoldo Bloom, protagonista de la novela.
El escritor que descubrió al mundo el monólogo interno, siempre tuvo una conciencia clara de sí mismo como un artista excepcional, y un ego enorme; la gran dificultad que tuvo para publicar su obra lo hizo sentirse incomprendido, subvalorado durante toda su vida; pero estaba seguro de que la posteridad lo merecía.
¿Escribió esas cartas como su obra, con la intuición de que en el futuro serían ampliamente leídas? Es inevitable entonces preguntar, Nora, si cuando escribía su correspondencia eras verdaderamente tú la destinataria. Ante la pura sospecha, las descripciones pasionales no pueden verse exentas de un regodeo exhibicionista que junta su amor y su actividad sexual con su obra. Te ha sido infiel de manera sostenida, pública, tumultuaria. Te compartió con nosotros, Nora, de modo semejante a como tú hubiste de compartirlo con su obsesión por escribir. A ti te quiso, pero se entregó sólo a la literatura; cada vez que tomaba la pluma no pensaba en ti, sino en nosotros, sus lectores.

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Nota bibliográfica.
Para adentrarse en la correspondencia de Joyce es indispensable verla en contexto, para lo cual el volumen fundamental es el editado por Richard Ellman, Selected letters of James Joyce, Londres, Faber & Faber, 1975. La traducción que aparece aquí de las cartas es mía.
Existe una edición en español de Editorial Premiá con una introducción de Bernardo Ruiz, difícil de conseguir.
Para una visión comprensiva de Joyce, su vida, obra y correspondencia se recomienda pulsar aquí.