Diablo, carne y mundo
Alexis Varona acaba de entrar al Claustro de Sor Juana como Director de Historia y Patrimonio, un cargo de reciente creación que él es el primero en ocupar.
Alexis trae las mejores intenciones, que provienen tanto de la ilusión de un nuevo trabajo, como del gusto que le cause engargarse de estas tareas justo en semejante lugar: Un ex convento del siglo XVII, donde además vivió y permanece Sor Juana. Él, hasta cierto punto, es el responsable de su memoria.
Sin embargo, conforme se empieza a dedicar a sus tareas –como manejar, catalogar y cuidar la disposición del inmueble, los bienes muebles y archivos– se empieza a enfrentar al nuevo secretario de administración, Javier Barragana, otro nuevo puesto creado a la par que el suyo, para optimar los recursos del recinto.
A pesar del lugar, Alexis comienza a ver su trabajo y tarea supeditados a las disposiciones de Barragana. En especial lo atosigan con engorrosísimos e inacabables formatos de planeación, en los cuales debe registrarse cualquier acción futura para que pueda llevarse a cabo. Si no está en el formato, no podrá dársele cauce, y casi se le niega la posibilidad de existencia.
A la vez, Alexis comienza a tomarse con otros problemas. Desde que llega la gente de intendencia rumora sobre las apariciones de Sor Juana, en la noche, por ciertos rincones del Claustro. Incluso los estudiantes mencionan experiencias semejantes cuando se han quedado hasta más tarde.
Las apariciones comienzan a volverse un problema, cuando la gente de limpieza se niega a cuidar ciertas áreas, salvo a plena luz del día, cuando hay clases. La dificultad también viene porque no se puede justificar esto bajo la causa real.
El secretario primero niega la posiblidad de algo semejante y luego exige que, si ha de ser así, se programen las apariciones de Sor Juana en los formatos de planeación, porque de lo contrario, será sancionada ella y el Director de Historia, por pertenecer (así sea indirectamente) a su área.
(Cuando llega Barragana hace un reordenamiento de oficinas. A Alexis lo mandan a un extremo del convento, junto con Letras, la otra área menos productiva/rentable. Al departamento de arqueología y obras lo envían al extremo contrario, bordeando 5 de febrero. A partir de entonces comienzan a acrecentarse las apariciones.)
La incredulidad de Barragana comienza a ceder cuando las compañías que contrata para control de plagas, comienzan a renunicar una a una. Sus empleados se niegan a ir una segunda vez al Claustro, pues deben hacerlo los domingos por la noche, cuando el inmueble está completamente a solas y oscuras, para que los insecticidas no dañen al personal. El secretario llega incluso a prohibirle a Alexis las apariciones o, en caso de que sea imposible detenerlas, le da dos opciones: o agendar las apariciones sólo entre semana (pues también podría espantar a los invitados de las bodas que se realizan en fin de semana), o que ya que insiste en aparecerse, lo haga también en las cocinas de Gastronomía para ver si tiene el mismo efecto en los bichos que en los fumigadores, pues ya nadie aguanta a las cucarachas.
En medio de todo esto, y acercándose un aniversario de Sor Juana (¿luctuoso o de nacimiento?), se le pide a Alexis organizar un homenaje. En el proceso se topa con el antropólogo-arqueólogo a cargo de la realización del Convento. Ya es muy viejo, pero comienzan a hablar de los trabajos de recuperación, de cuando encontró los restos de Sor Juana.
–Cuando encontramos sus restos. Bueno, los presuntos restos.
–¿Presuntos?
Inclinó la cabeza ligeramente al mismo tiempo que levantaba los hombros.
–¿Qué quiere que le diga? Yo estoy seguro, pero armaron tanto irigote cuando dí con ellos, que mejor les digo presuntos y que me dejen de molestar. Por eso todavía los tenemos guardados para estudio.
–¿Tienen qué?
–Los huesos de las monjas.
–¿O sea que tienen a Sor Juana en una cajita?
–Ay, joven, parece que no fuera usted historiador. Sor Juana está muerta. Lo que tenemos son los restos óseos de las madres que vivieron en este convento.
–¿Pero no están ahí, bajo esa lápida?
–Me preocupa, joven, que siendo historiador no haya aprendido a leer entre líneas. ¿Qué dice esa lápida?
«En este recinto que es el coro bajo y entierro de las monjas de San Jerónimo fue sepultada Sor Juana Inés de la Cruz el 17 de abril de 1695».
–No dice, «Aquí yace», ¿o sí, joven?
¿Visita a las cajitas? ¿Mención al medallón? ¿Los cuadros (celda, claustro, formato)?
No debe extrañarle, joven. Sor Juana debe permanecer siempre en el convento. Vuando una monja hacía un voto de clausura, se encerraba para no salir más del convento. Ni siquiera después de muerta. Ya que ahora sus restos están donde esté el Departamento de Arqueología y Obras, ha salido de lo que originalmente había sido el convento. Ése fue su voto de clausura. Por eso esto era un claustro.
Revise los límites originales del convento.
No alcanzaba ambas calles (Isabel la Católica ni 5 de febrero). Ambos son anexos.
El final se puede ir por dos lados. Pueden ocultar a escondidas los restos dentro del claustro. O fuerzan un cambio de oficina al Dr. Romano, logrando que su oficina (y sus restos, queden o a un lado del soto coro, o en la celda que ocupaba) Puede ser en un sótano, para que estén bajo tierra. sabiendo que así cesarán las apariciones. Se le culpa de aparecer, cuando se le sacó del convento.
Como las cuestiones burocráticas le impiden avanzar en su investigación. Los formatos, «como todo intento serio de planeación, busca fijar la realidad y el futuro en un formato, en papel, en un esquema (los cuadros de una tabla prolongada al infinito)». Tal vez incluso el pasado, o la irrealidad. Pero no así la imaginación ni la memoria.
Reubicar a Sor Juana en su cuadro original (soto coro / gran claustro)
Sor Juana no podía asistir a la Universidad. Entró entre estas paredes no por motivos religiosos, sino para poder estudiar. Por la misma razón, he de tomar yo la dirección contraria a la suya.
Cuando usted termine de leer estas líneas, estaré cruzado ya la puerta de San Jerónimo; para alcanzar el mismo fin que se propuso Sor Juana, he de tomar la dirección opuesta que ella, a la calle, la vida, el mundo.