Cuando Carlos Fuentes cumplió 80 años me invitaron de la revista Tierra Adentro para escribir una cuartilla al respecto. Ahora la pongo acá en su memoria.
En la invitación para escribir esta cuartilla se aludía a Carlos Fuentes como “figura clave de la cultura mexicana”. Lo ha sido durante por lo menos medio siglo, desde la publicación de su primera novela, uno de los motivos del homenaje que inicia. Por lo mismo no está de más cuestionar hasta dónde la estatura del personaje público ha iluminado de más su obra, o si por el contrario ha llegado a ensombrecerla.
Carlos Fuentes es un personaje prolífico en historias contadas por otros. La diversidad de opiniones y anécdotas que se derivan de su papel como protagonista de la vida cultural comprenden al guerrillero dandy de Enrique Krauze, la mención que Ibargüengoitia incluye en el primer párrafo de su cuento “La ley de Herodes”, los chismes hiperbólicos en voz de Huberto Batis y la novela de César Aira donde se fragua un plan macabro para clonarlo y conquistar el mundo con un ejército de Carlos Fuentes. Desde hace algunos años incluso se ha puesto de moda en algunos círculos hablar mal de este autor. Aunque sus últimas novelas, y sucesos recientes como el affaire Matta, tal vez no contribuyan a mejorar el balance, tocaría hacer lo que procede con cualquier escritor de ficción, concentrarse en su obra.
Esta magra página apenas da para comentar la novela que cumple 50 años. La región más transparente pertenece a ese subgénero quizá extinto que Mario Vargas Llosa llamó novela total, la cual buscaba abarcar todas las clases de la sociedad, retratadas en la interacción cotidiana que forma a la urbe, al país.
Leí La región más transparente hace unos doce años y aunque algunos pasajes se leen ya en sepia me pareció tan vigente entonces como sigue hoy día. Logra meterse por las avenidas y resquicios de la capital, por las vidas y hablas de sus habitantes, desde mansiones en Las Lomas a casas con techos de lámina en márgenes cada vez más lejanos. En una de las breves viñetas que se alternan entre las secciones del libro hay unos payasos de crucero vial que en vez de quedarse entre esas páginas se han multiplicado por las esquinas. En este medio siglo, ¿hay otra novela mejor sobre la Ciudad de México? No debemos olvidar la edad que tenía Fuentes cuando se publicó. ¿Qué mejor novela tenemos de un autor de treinta años? Suficientes razones, me parece, para celebrar su aniversario.