«Allá por 1927, en Puebla, nació una niña que llamaron Adelaida Crucer. Como bien sabe, el apellido Crucer no existe. ¿Acaso el notario del Registro o como se llame, no le entendió al padre de la criatura y lo escribió mal? ¿O será que este decidió camuflarlo pero sin perderlo del todo? ¿O será que uno a esta edad es escéptico y piensa mal de toda la gente, pero cómo explicar que mes y medio luego del nacimiento de esa niña, tres de las más importantes fábricas textiles de esa ciudad pasaron a ser de un mismo dueño y que dos haciendas pulqueras de Tlaxcala, antiguamente rivales, de pronto se asociaran?»
«Un tipo de ocho o nueve años que se llama Julián pero debería llamarse Julio, ése fue el nombre que pronunciaron ante el oficial del registro civil, pero él escuchó Julián y escribió Julián en la partida de nacimiento, y los padres no pidieron la rectificación, pues en aquellos años hasta un oficial del registro civil merecía un respeto y temor irrestrictos.»
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