Hacerse a la idea de que todos traemos fecha de caducidad en esta vida no es fácil; peor aún debe ser que justo antes de palmarla nuestro último pensamiento lo dediquemos a recriminarnos los pendientes que dejamos. La verdad, siendo tan evidente que a todos nos llegará el fin, podríamos hacer la despedida un poco más llevadera, sobre todo para los que se quedan. Más allá del testamento, hay una parte cada vez mayor de nuestra vida en línea, enmarañada en contraseñas.
Si la cantidad de claves que manejamos en vida puede ser una pesadilla, tras la muerte la pesadilla puede convertirse en un infierno para los deudos.
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