Otra coincidencia curiosa: mientras iba rumbo al Hospital para el nacimiento de Ana Lucía terminé de leer la primera parte de La Habana para un infante difunto de Cabrera Infante. Podría considerarse que la lectura era un tanto infausta dada la ocasión, pero como trata de la pubertad como el fin de la infancia y la continuación de la vida, creo justamente lo contrario. El caso es que el último párrafo de esa sección termina así:
La etapa de Zulueta 408, más que un tiempo vivido, fue toda una vida y debió quedar detrás como la noche, pero en realidad era un cordón umbilical que, cortado de una vez, es siempre recordado en el ombligo.
Y unas horas después estaría yo cortando su cordón umbilical. Espero haber tenido buena mano.