Por andar del tingo al tango (y por andar tan lejos) no me había enterado que ya salió el número de La Tempestad donde colaboré con un artículo sobre las promesas y posibilidades del hipertexto en la búsqueda de nuevos horizontes literarios. Siguiendo este enlace aparece el número de la revista completo y aquí abajo dejo el comienzo del texto:

Con el Quijote (1605 / 1615), Cervantes puso en jaque al autor-narrador; Laurence Sterne aumentó la participación del lector en su Tristram Shandy (1759-67); el modernismo continuó esta búsqueda a lo largo del siglo XX, pero en general el hipertexto reconoce su primer antecedente directo en Finnegans Wake (1939). El texto de James Joyce no busca ser leído de manera tradicional –de principio a fin–, invita al lector a navegarlo caprichosamente, disfrutando su lectura aleatoria, de manera semejante a como se recorre una obra de ficción hipertextual.