En el número de febrero de Letras Libres aparece una breve nota mía sobre los avatares de cruzar fronteras con demasiada frecuencia. Acá va un fragmento:
A estas alturas mi pasaporte es un documento maltrecho y lleno de marcas indelebles. Muestra un aspecto semejante al mío cuando me presento en el mostrador de inmigración después de una noche en clase turista. Mientras el oficial revisa con suspicacia las hojas del documento no puedo evitar mirarle fijamente los dedos que mi imaginación engrosa y cubre de látex. Un escalofrío me recorre al pensar que cualquier país me podría aplicar la Ley de Herodes como en el cuento de Ibargüengoitia.